Nunca hasta la fecha nos habíamos encontrado en el sector un reto tan grande como la situación derivada de la COVID-19. Hemos sobrevivido crisis económicas y financieras, incluso épocas preocupantes para el turismo, pero esta crisis de incertidumbre motivada por algo exógeno y difícilmente cuantificable nos está dejando descolocados en la forma de actuar y en el establecimiento de directrices a seguir tanto a corto como medio plazo.
Sin duda, la capilaridad territorial de nuestro territorio está enseñándonos que hay zonas que funcionan mejor que otras, o que incluso hay algunos tipos de hoteles que tendrán que esperar para llegar a los niveles de 2018-2019. Hemos visto que Galicia, Asturias, Cádiz, Huelva o el turismo de montaña han funcionado relativamente bien respecto a Canarias o Baleares, que por su perfil de cliente foráneo han tenido muchos problemas. También los hoteles urbanos de Madrid, Barcelona o Valencia están sufriendo por su vinculación con un cliente más enfocado a la actividad empresarial/comercial, por lo que su recuperación será previsiblemente más lenta. Estamos comparando escenarios y tipologías hoteleras respecto a los últimos cinco años de ejercicio y son las primeras consecuencias que observamos desde el mes de marzo.
El sector está intentando resurgir con unas transformaciones de alto calado derivadas de los cambios sociales y tecnológicos, innovaciones que afectan a la gestión y prestación de servicio a la hora de comercializar un activo. Se deberá buscar ante este panorama incierto nuevas vías de rentabilidad y definir las inversiones a realizar en modelos de mayor alcance temporal, y observando muy de cerca el marco jurídico y la forma de colaborar estrechamente con las administraciones locales y estatales en la gestión de la pandemia.
El futuro y sus proyecciones son una incógnita para el sector, pero inicialmente observamos en el mercado renegociaciones de contratos entre propietarios y operadores hoteleros, donde nuestra opinión es que tiene que haber flexibilización en las nuevas condiciones contractuales evitando otra incógnita más en el medio plazo, así como posteriores procesos traumáticos a futuro que no ayudarían a la recuperación del sector. Si siempre estamos pensando en rentas obtenidas, es hora de empezar a pensar también en condiciones sanitarias, cambios jurídicos y urbanísticos en los establecimientos que puedan llegar a afectar a la ocupación y otros aspectos que hagan de las nuevas relaciones entre propietarios y operadores algo duradero.
David Paramio, director de Consultoría en Tinsa.